CUT Bogotá Cundinamarca

Por: LUCERO MARTÍNEZ KASAB*

La zona pre frontal del cerebro humano es el último escaño de la evolución de la vida en la Tierra, han debido pasar tres mil quinientos millones de años desde cuando algo muy diminuto empezó a vivir en nuestro Planeta, hasta llegar a un órgano tan complejo, el cerebro, donde anida el razonamiento, la conciencia de existir que, hasta hora, parece, sólo la tenemos los humanos; somos antes que todo residuos de estrellas que seres que piensan.

Antonio Damasio, uno de los más reconocidos neurocientíficos, critica al filósofo francés René Descartes cuando al decir ¨pienso, luego existo¨ separó el cuerpo de la mente, aclara Damasio que en el principio es el ser y se piensa con todo el cuerpo. El funcionamiento de la mente es el resultado de un intrincado cruce de circuitos de sustancias bioquímicas, neuronas y medio ambiente que funcionan como un todo y que nos viene desde el inicio de la vida.

Y eso también lo supo Sigmund Freud, médico, igualmente, neurólogo, que desde su práctica médica y después psicológica con sus pacientes comprendió que la parte racional era la punta de un iceberg, lo demás, una Atlántida sumergida que desde las profundidades más insondables dirige nuestros comportamientos. Freud, descubrió el inconsciente y, contra toda evidencia, los racionalistas todavía niegan su importancia, aun cuando cometan actos fallidos de llevar a la nevera lo que era para el closet o de llamar a una novia con el nombre de otra o de soñar una y otra vez un mismo sueño que angustia. Pensamos y sentimos con todo el cuerpo. Lo que traemos de herencia de la familia más las caricias, los besos o las ausencias o los abandonos de la infancia derivarán en los pensamientos adultos, en la elección de la profesión, de la pareja y, por supuesto, en la ideología política.

Hay quienes logran una coherencia entre su base afectiva y su proyección profesional o política y, hay quienes no lo consiguen. Así, encontramos médicos, enfermeras, arquitectos, profesores empáticos con el dolor, constructores que defienden los espacios amplios para las casas de vivienda social, los que enseñan sin represión, pero, suele suceder que entre el gremio médico existan personas con altos grados de sadismo, dentro de la arquitectura quienes menosprecien las zonas verdes y profesores punitivos. Sucede igual en la política, que personas con ideales de igualdad, de justicia social, de un mejor reparto de las riquezas lleguen a ser grandes líderes políticos que darán lo mejor de sí como Pepe Mujica, el expresidente de Uruguay, famoso por su sencillez y capacidad de servicio a los demás y, también, quienes desde el lado de la izquierda exhiban comportamientos crueles como Stalin en la antigua Unión Soviética. Entonces, que alguien sea de izquierda no es garantía de que sienta empatía por el pueblo ni bondad ni generosidad.

La ideología de izquierda, la progresista, pregona que lucha por una vida mejor para todos, por mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos, pero cuando una persona falsa de izquierda se halla ante un pobre, un ser desvalido, cuando esos ojos lo interpelan, cuando ese rostro le muestra el hambre, cuando ese cara a cara sagrado se produce en la calle, cuando se revela ante nosotros la miseria del Otro, ¿cómo responde ese falso o falsa de izquierda? ¿Con la ideología o con el corazón?

Las hay que se untan de pueblo para posar de redentoras. Otros desprecian al pobre, re victimizando a quien hambriento extiende su mano. El pobre, el desposeído, nos remite a la vulnerabilidad de un niño. Quien de niño tuvo adultos que se hicieron cargo de sus ansiedades, miedos y fantasías muy seguramente reconocerá esa indefensión en el Otro y podrá sentir empatía por el mendigo como en su momento los adultos de su vida sintieron por él. Pero, quien sufrió humillaciones graves en la niñez y no logró metabolizarlas, probablemente, repetirá con otros lo que con él hicieron. Tal vez, en lo profundo de su inconsciente ese mendigo le recuerda a sí mismo cuando fue doblegado por un adulto, entonces, en este presente, asume la actitud de aquel mayor hombre o mujer, es decir, se identifica con el agresor de su infancia, aquel que ultrajó su dignidad y con el desquite hace justicia, se siente superior, así calma la angustia de inferioridad que aún le ronda el alma.

Entonces, no es auténtica su inclinación por los desposeídos. No está inclinado hacia ellos. No. Está es contra una sociedad que simboliza aquel opresor de su infancia y la ataca desde la orilla de los desposeídos, es el resentido social. Políticamente, responde desde su historia emocional no desde la ideología. Una persona normal puede vivir sin conducirse con una gran ideología, pero cierto tipo de personas emocionalmente afectadas necesitan la ideología para hacer sociables sus impulsos más bajos. Ninguna ideología política, por mucho que hable de un mejor mundo, es buena en manos de un miserable.

Por eso, para conocer a una persona, es fundamental asistir a sus actos porque, ellos ratifican o traicionan una determinada manera de pensar, de esto da fe el relato de las dos madres del rey Salomón: dos mujeres se peleaban de  igual manera un niño, el rey Salomón para descubrir la verdadera madre ordena que con una espada partan al niño por la mitad para que cada una tome su parte; la verdadera madre gritó que no, que no lo tocaran, que lo dejaran vivir, que se lo dieran a la otra, el rey Salomón se lo entregó a esta mujer, la que no soportó que a su hijo lo sacrificaran, así supo quién era la verdadera madre, la otra mujer no dijo nada.  El pensamiento no puede sostener tanto tiempo una impostura afectiva.

Colombia está viviendo un momento político inédito, tener como presidente a un líder de izquierda salido de las entrañas del pueblo, un progresista, al que la derecha persigue desde hace más de dos décadas y que no ha podido probarle ningún acto de corrupción. El que dice en plena plaza ¨hasta que me alcance el aliento no dejaré de defender el interés de la persona humilde, de la persona más débil, de la persona más excluida porque para eso estudié, me crié y luché…¨ Se esperaría, por tanto, que este talante generoso, honesto, amplio y cálido del presidente fuera el ejemplo a seguir por la cúpula y los miles de progresistas de las bases regionales identificados con su ideología, sin embargo, se descubre con asombro que muchos y muchas de la ¨izquierda¨ atentan contra los pobres, los débiles, los excluidos tan de forma parecida a la derecha llenos de codicia por el poder, armando componendas, manipulando, traicionando, engañando, oportunistas que van destruyendo la unidad necesaria para ganar las elecciones de alcaldías y gobernaciones en el próximo mes de octubre; cada cual jalando para su lado de la más rastrera manera. Y, lo peor, que decepcionan a las nuevas generaciones que se asoman a las ideas progresistas que, ante el espectáculo deplorable de las bajas pasiones por el poder de sus admirados líderes, se retiran, abandonan el movimiento político que se asfixia en medio de su propio aliento enrarecido. Por suerte, la generación de fósiles izquierdistas que en gran porcentaje sigue envenenando el noble oficio de la política ya está llegando a la decrepitud de la vida, los jóvenes, entonces, tendrán limpio ese camino para sacar adelante a Colombia desde sus sentimientos altruistas.

Ser de izquierda, por lo tanto, no es vestirse de mochila ni posar de humilde, no es seguir una ideología, no es poner a funcionar el lóbulo frontal para dar discursos sobre la igualdad y en contra del Capitalismo –esos son disfraces-.  Es generosidad, sentir compasión, amor e induldencia por el Otro ante la revelación de su miseria.  Somos, antes que pensamiento, sentimiento como lo sostuvo Freud y hoy lo ratifica Damasio y, como lo expresan mucho mejor los poetas, entre ellos el portugués Fernando Pessoa cuando dice: Yo no tengo filosofía:/ tengo sentidos…/ si hablo de la naturaleza no es porque sepa lo que es,/ sino porque la amo, y la amo por eso,/ porque quien ama nunca sabe lo que ama,/ ni sabe por qué ama, ni qué es amar…/ amar es la eterna inocencia,/ y la única inocencia es no pensar…

 

* Psicóloga. Magíster en Filosofía - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Texto tomado de https://www.lanuevaprensa.com.co/